Cuando pensamos en las secuelas de un accidente o de un suceso traumático, solemos referirnos a secuelas físicas, que pueden ser fácilmente identificables y que se perciben como impedimentos para seguir con la vida normal. Pero además de estos, pueden existir secuelas psicológicas, problemas derivados de ese suceso que pueden interferir en el día a día y tener serias consecuencias para quien las sufre.
Demostrar este tipo de secuelas puede resultar complicado, ya que no existe nada que pueda determinar a simple vista que exista, como puede ser una secuela física. Esta situación puede entorpecer el desarrollo de la reclamación, ya que al no percibirse, no contará para el juez que tenga que fallar a favor del paciente.
Las secuelas psicológicas de cualquier siniestro pueden ser diagnosticadas
Mediante un peritaje médico se puede obtener un diagnóstico que acredite la existencia de unas secuelas psicológicas. Una vez contactado el profesional, este valorará el estado general del paciente, determinando si en necesaria la realización de pruebas que determinen la existencia de estas secuelas psicológicas.
La realización de estas pruebas correrá a cargo de profesionales especializados en cada problema concreto, de manera que buscará la existencia de cualquier problema relacionado con el siniestro para determinar el posible efecto que pueda tener sobre la vida diaria del paciente.
Una vez realizadas estas pruebas, el profesional podrá elaborar un completo informe donde se plasmarán las conclusiones acerca de las mismas, que podrán ser defendidas ante sede judicial llegado el caso.
La peritación médica no solo determina la presencia de secuelas físicas, sino que puede también acreditar la existencia de estos problemas surgidos a raíz del siniestro y permitir que el paciente pueda acreditar las secuelas psicológicas sufridas a consecuencia del mismo, haciendo que cuenten en la reclamación.