Cuando se habla de valorar las secuelas de un accidente, tendemos a pensar que estas solo se suelen dar en el aspecto físico. Es decir, que las consecuencias de varios traumatismos solo se ven reflejadas en el cuerpo, con lesiones que perduran en el tiempo y que impiden realizar cualquier tipo de actividad profesional, dejando a la persona sin la posibilidad de realizar su trabajo.
Pero, realmente, las secuelas de un accidente están presentes no solo en el cuerpo, sino también en el día a día de la persona. Cuando se sufre un accidente, esas consecuencias no se limitan a sus efectos físicos, sino que quedan también registradas en el comportamiento de la persona y puede llegar a afectar su día a día.
Las secuelas de un accidente pueden afectar a la vida diaria de quien lo ha sufrido, aunque no se trate de secuelas físicas
El miedo a salir de casa, de volver a conducir un vehículo, a cruzar las calles y otras consecuencias que no se pueden valorar a simple vista pueden ser alguna de las consecuencias derivadas de un accidente, así que se necesita alguna prueba pericial que demuestre que esas secuelas psicológicas derivadas de un accidente pueden resultar muy dañinas para las personas que las sufren.
Estas secuelas pueden impedir que una persona realice su vida normal, aunque no se pueda demostrar con un simple diagnóstico médico. Es necesario que sea un perito el que determine el alcance de estas secuelas y sus consecuencias en la vida de quien las padece.
El informe realizado por un perito permitirá acreditar la existencia de esas secuelas psicológicos, demostrando fuera de toda duda su presencia y la incidencia que tiene en la vida de la persona que las padece. Con este informe, que se puede defender en sede judicial, se podrá demostrar que las consecuencias de un accidente, una agresión o cualquier otra cosa también afectan de manera psicológica y que no son algo que pasar por alto.
